Las Cuevas de Tránsito

La vida de Tránsito Cuevas.

Monday, June 22, 2009

Finalmente

Está lloviendo fuertemente -que clima tan jodido- piensa Tránsito mientras corre cruzando una esquina en la zona nueve de la Ciudad de Guatemala.

- Condenado gobierno - dice entre dientes, al recapitular lo acontecido en las últimas semanas, hay un caos político, puede olerse desde lejos como el basurero de la zona tres cuando llueve.

- No pueden ir dos en moto, dicen - suspira al pensar que aunque debajo de la lluvia, Pablo, el portero amigo del edificio podría llevarlo más rápido. - Pero ya no queda mucho, falta poco - se dice al llegar a la Curacao a media cuadra de la Plazuela España.

Pasa a quitarse un poco de agua de encima y distraerse con los televisores nuevos LCD y de plasma -¿Que diferencia habrá? Para mí son todos iguales, unos más grandes y unos más chicos... probablemente demostrarle al vendedor que te puedes llevar uno más grande o la pura gana de endeudarse - se detiene un momento - Igual ni televisión veo...

Tránsito da un par de vueltas más para sacudirse un poco más el agua y tratar de calentarse antes de salir al torrente de agua que cubría hasta donde podía ver del exterior. Por un momento le envolvió la esperanza de que la lluvia se hubiese marchado y pudiese caminar tranquilo hacia su casa. Levantó la mirada con un poco de miedo y murmuró - si quieres que siga aquí, haz que deje de llover - mientras levantaba suavemente su cabeza. No pasó nada y la lluvia aunque con menor intensidad, seguía cayendo.

Tránsito se conformó con lo que le quedaba y se dirigió a casa. Miraba a todos lados, como un chiquillo, pensando en que la última vez que vería todo debía ser como la primera vez. Dio un suspiro al cerrar la puerta de su apartamento tras él ¿Habría sido porque Tránsito disfrutaba mucho de las caminatas al aire libre o había algo más?
Procedió colgando las llaves, quitándose su chaqueta y colgándola. Pasó frente a la ventana que da a la calle y pensó en encender un cigarrillo. - No, estas cosas me matarán - se dijo a sí mismo. Luego se acercó a su cama observando sus opciones, pensando en cual sería la más limpia, cual la menos dolorosa y cual la más rápida; tratando de escoger cuidadosamente la mejor bajo esos criterios.
Se posaban ante él un lazo de colgar ropa con un nudo para ahorcar, una pila de medicamentos todavía en sus empaques y un puñal (¿Dónde consiguió Tránsito un puñal?). Se detuvo un momento a pensar y luego se dirigió a realizar su regularmente rutina matutina de los domingos, se ducharía, pondría su mejor traje y tomaría una copa de Whiskey.

Al concluir la faena, se armó de "valor" y escogió como sería su fin. El cuchillo ensuciaría su preciado "tacuche", que fue hecho por su propio padre al cual aún tenía miedo, incluso después de su muerte hace casi tres años. El lazo era muy elegante, sin embargo había oído que de no calcular todo con minucioso cuidado, podría desde no morir hasta desprendérsele la cabeza y con ello ensuciaría su traje también. Decidió que el mejor fin serían los medicamentos, tardaría un poco en tragarlos todos, pero lograrían su cometido, o por lo menos eso esperaba Tránsito.

Empezó a abrir todas las pastillas y a molerlas hasta crear un polvo que aunque al principio era fino, al cabo de varios minutos de tensión, se convirtió en pedazos grandes en comparación.
- ¿Debería incluir vitaminas? Tal vez hagan que mi cadáver tenga un mejor tono de piel que en vida. - se detuvo a meditar unos breves instantes y finalmente se reprochó - ¡Que más da! Son solo como cinco tabletas y éste no es momento para vanidad.
Tomó el pequeño volcán de "talco" y trató de hacer lo mejor posible por mezclarlo con un poco de agua. Tránsito era una persona determinada, y aunque nunca pudo poner una dirección y menos un sentido correcto a su determinación, él lo era y prefería morir envenenado que ahogado.

Terminado su "fresco letal" se sirvió un vaso, que era un poco más de la mitad de toda la mezcla. Brindó a su salud, se aseguró de dejar un sobre en el saco de su "tacuche" y se acercó el recipiente a la boca.
Súbitamente sonó el teléfono - ¡¿Quién chingados llama en este momento?! - gritaba al correr enfurecido al teléfono y contestó - ¡¿Qué?!
- ¿Bu... buenas noches? - dijo una voz infantil femenina y temblorosa.
- ¿Sí? ¿Quién habla? - pronunció aún irritado pero más tranquilo.
- Disculpe... ¿Hablo con ...? - baciló por un momento - ¿... don Tránsito?
- Sí, él habla ¿Qué quiere? Estoy muy ocupado - Tránsito empezaba a exasperarse por la pasividad de la niña tras el otro lado del teléfono.
- Sí, bueno, lo siento... solo quería preguntarle si ¿sabía de una bebé que dio en adopción hace unos catorce años?

Tránsito soltó su vaso y pudo apreciar como se acercaba lentamente al suelo, separándose del agua y partiéndose en mil pedazos finalmente.

1 Comments:

Blogger Unknown said...

uhh que esquisitos detalles los de tu historia, me gusto el apartamento y el sillon que habia de cuero viejo. pero me intriga como prosigue la historia, sigue sigue porfa!

10:06 PM  

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