Una mañana más, un nuevo día
Nuevamente es una mañana fría, por causa de los llantos del cielo; no sé si lloran por mi o soy yo el que llora por lo gris de la mañana.
Me encuentro terminando mi café, sentado en mi escritorio, viendo al vacío de la puerta de entrada. De repente escucho un estruendo justo afuera y un centenar de papeles de algún reporte decorando el suelo.
En el centro, tal cual flor en pleno reventar veo un cuerpo celestial con la cara de preocupación más bella que jamás las perfectas manos de Dios pudieron crear.
Me quedé atónito bajo el dintel de mi puerta observando tal escena. Fui sacado de mi trance por una voz dulce como la miel y sin embargo en tono cortante.
- ¿Va a ayudarme o espera que le haga una invitación escrita?
- Eh... eh… si, bueno, ehhh... sí, claro. - Pude articular con dificultad.
Continuamos la faena en silencio hasta su fin. Fue entonces cuando pude percibir su tono amable.
- Gracias.
Pero para cuando pude recuperarme para articular un "denada" fui sorprendido con unas mejillas sonrojadas que se volteaban y unos tacones que se marchaban y se percibían alejándose a la distancia en el suave suelo de madera.