Las Cuevas de Tránsito

La vida de Tránsito Cuevas.

Monday, October 23, 2006


Sale de su apartamento y se queda esperando en las gradas a que no haya nadie en los pasillos. Tras salir del edificio, toma un profundo respiro, como quien se prepara para una tarea indeseada. Pasa frente a la casa de la vecina y toma una mano de nísperos de su jardín. Y como siempre empieza a caminar hacia el mismo lugar, sin saber si es la misma tripa la que lo guía, como uno de esos muertos que camina, apenas con los ojos abiertos, con un aliento de cobre, pura pereza de no hacer algo, el sabe que no se mira bien, pero, y qué?

Completamente seguro que por allí, por la esquina o por el portón, en ninguna parte van a estar el amor ni la suerte, entonces para qué… para qué!? Para qué lavarse la cara, aplastarse el pelo, tratar de ganar un poco de elegancia con un par de guacalazos, de todos modos al único que siempre se topa es al perrito jiotoso del parque, al de los chicles, o cualquiera de los personajes del barrio de su vida, nada fuera de lo común.

Camino al local de Pedro hay un parque. Hoy, por ser sábado, el mismo grupo de niños de siempre juega frente al monumento de un héroe vencido. Un balón viene a sus pies y lo coge con las manos.

- Señor, me pasa la pelota porfa.

Dice el niño del carnicero con su voz chillante.

- ¡Toma tu pelota y no jodas!

Luego del grito, lanza la bola y sigue su camino.

Al llegar a donde Pedro, siente el olor del aceite recocido y la sensación de un ambiente conocido recorre su cuerpo. Toma un café de la mesa frente a la barra y se sienta a hablar. Un par de palabras, según el, suficientes para que Miguel, el del comedor, sepa que volvió a soñar, que esta con la vida fregada, que quiere su desayuno, algo que le ponga a trabajar el estomago, algo que le quite las ganas de fumar. De todos modos Miguel, con un “buenos días” se pone a trabajar en el pedido de siempre; doble jamón, un poco de mostaza y tomate sin pepitas – ¡Claro que sin pepitas! Después de la visita a las tres de la mañana de aquel martes en que la tripa se le quería estallar por una maldita pepita –. El pan no importa de todos modos a veces solo se come el jamón.

- Me gusta que suene el despertador los sábados cuando no trabajo, porque al despertarme me recuerda que puedo seguir durmiendo. Por lo menos me interrumpió un sueño que me tiene perseguido desde hace rato, mejor que me despierte y ya tranquilo, seguir durmiendo.

- ¿Vos sabes que sos raro?

- No soy raro, o decime si no disfrutas de quedarte en cama hasta tarde.

- Yo no…. Si quiero retirarme pronto, no puedo seguir dormido, cuando muera tendré una suficiente tiempo para descansar, ¿o no?

- Seguro, ahora dame el cambio y me voy, a seguir durmiendo.

- Ja, ja, y quien dice que hay cambio, hoy hay nueva tarifa por el café y tu sandwich.

- Otra vez, se nota que quieres ese retiro, pero está bien, de todos modos después de estos años de venir aquí es el único lugar donde puedo comer sin enfermarme, no he logrado descifrar si es tu higiene o es que mi estomago ya se acostumbró a tus porquerías.

- Ya, ya vete a dormir.

- ¿Y tu periódico?

- Cuando se me olvide algo del pasado, te voy a preguntar, ja,ja,ja, ¿porque no compras el periódico a diario? no seas tacaño,

- No me robo tus periódicos para informarme, tienen un propósito diferente.

- ¿Cuál?

- Después Miguel, después…… ahí nos vemos a la noche.

De regreso a casa, nota como una muchacha hace un gesto despectivo al pasar junto a el. Este tipo de cosas ya no le molestan más, tras haber pasado toda una vida acostumbrado al desamor de su padre, ha aprendido a hacer uso de su voluntad para ignorar aquello que no le agrada.

Tuesday, October 17, 2006

Despertar

“Y es que no entiendo. ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué nos dejaste? No es que no hayas dicho adiós, es el hola el que me hace falta.”

Ella lo ve, permanece muda, no contesta. Con su faldón café y su chal blanco ella parece sonreír pero su rostro se enrojece y sus cejas se doblan hacia adentro. Ríe, una risa resonante, una risa fuerte, una risa muerta.

Al sonar el despertador, entre lágrimas, se sube de nuevo en la cama para tratar de continuar la visión perdida. Un recuerdo inventado de una madre ausente. Tras unos minutos de desesperación se resigna a continuar despierto. Todavía, con la modorra del ensueño, coge el teléfono y marca.

- El Heraldo buenos días, le atiende Alberto.

- Buenos días. ¿Se encontrará Francisco Cuevas?

- No caballero, el no trabaja aquí.

Y molesto, por no recordar la muerte de su padre, cuelga violentamente el auricular.