Las Cuevas de Tránsito

La vida de Tránsito Cuevas.

Sunday, June 29, 2008

En el almuerzo

Desafortunado mantenimiento el que deben hacer en mi oficina. No podré almorzar en la soledad que tan cómodamente me envuelve, no hoy no.



Me parece que hoy hay un partido de fútbol, hace tiempo ya que no veo uno completo. Un torneo en un lejano lugar se disputa en estas fechas. Todos en la oficina lo verán en la cafetería del lugar, tal vez sea ocasión para almorzar allá dado que mi habitual santuario ha sido desacrado.


Las mesas son vastas y escasez, debo sentarme con algún grupo, el comer solo no es una opción viable, no aquí. "Una vez al año, no hace daño" decía mi mamá, me aguantaré como los machos esta. Escojo la más ligera en ocupantes y procuro la ubicación más alejada de cualquier contacto, mi desgracia reside en que los lugares que quedaban son rápidamente ocupados por personas de la oficina. Parecen ser Carlos, Víctor y Joaquín; típico grupo de la oficina. No sé si sentirme afortunado o desafortunado de tener amistades de labores con las cuales compartir el almuerzo.


- Apártame lugar - Escucho decir a una voz chillante a mis espaldas, que no puedo identificar


- Claro, ya te tenía este - Responde Víctor señalando una silla a su derecha.




Y antes de que pudiera voltearme disimuladamente para identificar a la fémina, fui atrapado por un embriagante aroma, un perfume que reconocí inmediatamente y que me había cautivado antes. En esa ocasión unos papeles en el suelo habían sido la excusa que escogió Dios para mostrarme a este ángel.


Regresé la vista a mi comida un poco sonrojado pues esta deidad se sentaba en diagonal a metro y medio de mi, gracias a una esquina de la mesa de la que me aferraba como si un temblor recién hubiese ocurrido. En parte esta descripción era adecuada, había ocurrido un temblor, en mi mente, en mi corazón, imágenes de ella el otro día sacudían mi cabeza y dejaban en mi rostro la cara de un bobo embelesado con la pared que se encontraba tres metros frente a él.


Al recuperar la conciencia instantes después, me dispuse a disimular lo sucedido y ver el televisor, al igual que mis ahora muy estimados compañeros de oficina.



Fue un partido entretenido en algunos momentos, pero nada fuera de lo ordinario o extraordinario. Yo mientras tanto observaba con recelo como Víctor hablaba tan cordialmente con ella, haciendo bromas y comentarios tan creativos que por momentos hasta a mi me sacaban una sonrisa. Sonrisas que escondía.


Contestaba comentarios ocasionales de gente de la oficina respecto del partido y más de alguna pregunta que alguien hacía. "Transito, ¿cómo vas con esto?", "Tránsito, ¿Ya terminaste con aquello?", "Tránsito, ¿Es posible que me entregues lo otro mañana?".


En cada oportunidad que tenía para voltear lo hacía y disfrutaba rápidamente de la visión de esa mujer.


Finalmente, me decidí, estaba dispuesto. Ya sea Dios, o la suerte o la doña de la limpieza me trajeron a este lugar, a esta hora por una razón. Es momento que hable. Pero no puedo hacerlo en frío, no puedo pasar por alto todo. Primero llamaré su atención con unas bromas, así como lo hace constantemente Víctor, me ganaré un poco de simpatía y la sorprenderé con una invitación a un café en la tarde. Ya está. Todo planeado, todo saldrá bien. Ahora a ejecutar...


Esperé varios minutos por el momento para lanzar mi ofensiva. Este definitivamente no era el momento para que el maldito partido empezara a mejorar. Todos veían el televisor, yo disimulaba hacerlo mientras pensaba en que hacer, y aprovechaba que ella estaba distraída para tomar una nueva imagen de su piel, sus ojos, su cabello, para atesorarlo... no... quemarlo en mi memoria.



Los minutos pasan y no llega la oportunidad, no quiero ser inoportuno, vamos... vamos... ¡Ya! La oportunidad está allí, tomo aire para empezar esta campaña y....
- ¡Goooooooool! - Se escucha por todas partes, la tan añorada y esperada anotación para la clasificación a la siguiente fase del equipo de verde y blanco ha llegado.
Me he quedado con la palabra entre los dientes, y antes de que pueda articular algo, termina el juego. La gente se siente a gusto, contenta, cómoda. El equipo al que apoyaban ha tenido éxito y ha conseguido clasificar a la siguiente ronda en el torneo. A diferencia mía, que me he quedado con la oportunidad desaprovechada, me he quedado con las ganas.






"Definitivamente este tipo de cosas no son para mí" Pienso mientras me retiro hacia mi oficina, hacia ese acogedor y pequeño lugar, que ahora palpo tan insípido, luego de tantas emociones, tantos sentimientos; una combinación más elaborada y más potente que el mejor trago preparado en el bar de doña Concha.



Será la próxima, sí, la próxima.

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